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"El amigo de todos"

  • Foto del escritor: Antonio Díaz
    Antonio Díaz
  • hace 10 horas
  • 3 Min. de lectura

La Rueda de la Fortuna


Hay personajes de la vida política de los que no vale la pena mencionar siquiera, por la insignificancia de su persona, por su nulo trabajo y porque solamente quieren estar cerca de sus superiores inmediatos. Tal es el caso del presidente de la Junta de Gobierno del Poder Legislativo, Andrés Velázquez, de quien ya muchos aseguran que no valdría la pena desgastarse en tomarlo en cuenta. Sin embargo, en este y otros casos, pareciera que hasta les gusta que se haga difusión de sus malas acciones.


Una de las más memorables en estos momentos es la manera en que maneja al segundo poder del estado, que es el Congreso local, donde cada vez son más fuertes los rumores de que ha hecho firmar a todos los diputados —principalmente los afines, pero también a los de oposición— un documento de confidencialidad en el que “aceptan y están de acuerdo por las buenas” que todo lo que se diga y haga en materia legislativa está muy bien hecho, aunque se trate de propuestas más recicladas que nada.


Los rumores señalan que, al menos en administraciones anteriores, se les daba un incentivo; pero ahora, con ese documento, no tienen manera de reclamar ni de decir nada. Ya hay quienes se preguntan qué pasó con e$o$ recur$o$ que de alguna manera servían de motivación para levantar el dedo con menos flojera y estar todos los legisladores presentes en las sesiones donde se requería mayoría, lo cual ahora ya no sucede.


También don Andrés Velázquez, que cada vez asegura que llegó al cargo para hacer amigos, parece que cayó en lo mismo que la mayoría de los funcionarios de cierto nivel: le ganó la ambición del poder y del dinero. No se ha dado cuenta de que cada vez son menos los días en el poder y lo único que ha demostrado es tener más y más, sin saber si lo podrá gastar. Otro rumor señala que la razón de querer estar tan cerca de su jefe es porque ha sentido un alejamiento desde que, por sus propios fueros —usted puede ponerle las palabras que guste—, estaba empecinado en derribar el recinto legislativo para hacer uno nuevo, adaptado más a sus necesidades que a las del pueblo.


Se asegura que era tanta su insistencia que hasta hacía recorridos con medios afines para demostrar que el recinto ya no servía para nada, como tampoco él en la Legislatura. Todo, porque se comenta a gritos a su alrededor, la verdadera intención era que, con los cálculos realizados —por peritos obviamente afines también—, del costo total existía la posibilidad de quedarse con al menos el 30 por ciento de la obra como premio a su “fabulosa” idea.


Sin embargo, su superior al parecer se dio cuenta de las verdaderas intenciones de don Velázquez Vázquez y no solamente le cortó las alas, sino también las uñas, porque —se dice— ya le habían crecido demasiado. Ese habría sido el motivo para que su jefe le aplicara, no del todo, la ley del hielo y lo comenzara a relegar. El flamante titular del Poder Legislativo comenzó entonces a preocuparse y ahora se hace notar en todo evento de su jefe, donde, pese a que ni caso le hacen, insiste en estar presente. No se sabe si lo hace a manera de disculpa o porque busca reivindicarse con su superior.


En ese caso, hasta muchos de sus “amigos” consideran que lo mismo debería hacer con el pueblo, al que realmente le debe el cargo y no a su amigo o compadre, a quien se le dio todo el respaldo ciudadano para que se allegara de personas que mientan menos, engañen menos y roben menos, además de que sean honestas. Algo que, como puede verse, en este caso no aplica ni aplicará, dadas las circunstancias por las que tanto ha cambiado. Tal vez crea que ya tiene suficientes “amigos”, aunque no le haría nada mal contar también con quienes no le creen nada, principalmente a su alrededor.

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