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"Ruido sin verdad"

  • Foto del escritor: Eder Angeles Hernández
    Eder Angeles Hernández
  • 26 nov
  • 3 Min. de lectura

Esta semana les invito a hacer algo que pocos medios en Hidalgo se atreven siquiera a intentar: vamos a detenernos en medio del ruido, la prisa y la confusión, les propongo un respiro. Porque si últimamente, usted mi apreciable lector, ha sentido que todo lo que ve se contradice, que cada noticia parece más chisme que hecho y que la realidad cambia cada diez minutos, no es su imaginación… es el estado de nuestro periodismo. Y créame: entender por qué está pasando le dará más claridad de la que hoy ofrecen muchos titulares.


La desinformación corre más rápido que la luz, las especulaciones se consumen como pan caliente y las versiones “no confirmadas” se han vuelto la moneda cotidiana del ecosistema informativo híperacelerado que estamos viviendo. La bandita (esa gente que sí quiere saber qué realmente está pasando) ahora recibe una mezcla tóxica: lo que se dice, lo que no se dice y lo que alguien dice que alguien dijo. Un ingrediente perfecto para la confusión, en el que cada rumor encuentra eco y cada eco encuentra un supuesto autor.


En todo este aparente caos, ciertos personajes ven una auténtica oportunidad de oro: en la que aprovechan la tormenta de versiones para su “posicionamiento político”. Declaraciones sacadas de contexto, frases que se editan, videos que se recortan y opiniones que se acomodan según quien las quiera vender. Hoy solamente basta con sembrar la duda para cosechar atención.


Pero el verdadero problema es otro: muchos medios ya no verifican. Publican primero, corrigen después (y eso, si es que lo hacen: corregir). Lo importante no es la veracidad, sino la velocidad. El clic, el impacto, el “aquí está: nosotros lo sacamos primero”. Como dijo Juan Villoro: “La velocidad es la enemiga natural del periodismo.” Y en Hidalgo, eso ya se ha vuelto una pésima costumbre.


Lo más trágico es cómo lo relevante queda escondido bajo toneladas de ruido, como pueden ser: datos serios, datos de seguridad o información que realmente afecta a toda la pandilla… todo se pierde entre rumores, titulares inflados y columnas basadas en meros “supuestos”. Y lo más triste: La verdad termina siendo la menos compartida.


Y claro, las redes sociales se encargan de todo esto. Bien puede ser un tuit mal explicado el que se vuelve tendencia, un video fuera de contexto se viraliza, una captura sin fuente se transforma en “prueba”. La volatilidad es brutal: la información falsa arde rápido, se expande, se recicla… y luego desaparece, dejando solo incertidumbre y terreno fértil para que alguien manipule el relato.


Porque esa es la parte más preocupante ya que hay quienes usan la desinformación como herramienta política. Y lo hacen con tal precisión quirúrgica que mientras algunos medios intentan ser serios, otros inflan historias para mover emociones, golpear adversarios o levantar simpatías.


El periodismo real exige pausa, rigidez de método y compromiso con la evidencia. No se hace con frases sacadas de un clip, ni con “me dijeron que”, ni con rumores disfrazados de análisis. Se hace con investigación, con contexto, con responsabilidad.

 

Y si en Hidalgo queremos un debate público sano, necesitamos urgentemente regresar a  buscar la verdad,  la claridad y la información que no se evapora con la siguiente publicación. Porque sin verdad, todo lo que queda es ruido. Y el ruido, por más viral que sea, nunca ha servido para entender el mundo.

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