"Servir o servirse"
- Antonio Díaz

- 14 sept
- 3 Min. de lectura
Columna: La Rueda de la Fortuna
Para nadie es desconocido, ni debe serlo, que hay personajes que supuestamente llegan a los cargos de elección popular o son llamados por sus familiares, amigos o compadres. Aparentemente lo hacen con las mejores intenciones, pero finalmente resultan ser de los delincuentes más peligrosos, de esos a los que se les llama de cuello blanco, aunque un delito es un delito y debe ser castigado con mayor rigor y de manera ejemplar por traicionar la confianza de la población.
Sin embargo, hay casos en los que los propios involucrados creen que su forma de actuar no va a ser vista, pero son tan tontos que lo que hacen es más que evidente, no solamente para ser destituidos, sino investigados y llevados a prisión. Pero eso realmente se antoja difícil, ya que a su paso por los cargos públicos o dependencias tejen toda una red de corrupción, y para ser sancionados necesitan no tener a sus compadres, familiares o amigos en puestos públicos que son claves para la impunidad.
Lo extraño de todo es que, a pesar de que estamos en plena Cuarta Transformación, en la que “no se roba, no se miente” y no sé cuántas cosas más que parecen ser puro eslogan para engañar a la población, hay casos —y nos han hecho llegar muchos de ellos— que están a la vista de todos menos de las autoridades. Uno de ellos es el del auditor superior del estado, Jorge Valverde Islas, ese sujeto que siempre ha intentado pasar desapercibido, pero que tiene muy altas aspiraciones políticas. Todo hace ver que tiene las uñas muy largas.
Para comenzar, hay preguntas que parece que nadie puede responder, porque nadie sabe si hay alguien o algo que supervise o audite a la Auditoría Superior del Estado. Todo hace ver que esto es muy bien aprovechado para hacer de las suyas, como es el acomodo —qué raro— de familiares, amigos, conocidos y compadres en la dependencia a su cargo. Según se dice, no por instrucciones estrictas de sus jefes directos, que son los integrantes del Poder Legislativo, sino por su esposa, quien, según los rumores que son voz popular, no le pide, sino que le exige hacer espacios para las hijas e hijos de sus allegados y conocidos, sin importar que se haga a un lado a trabajadores con verdadera experiencia o hasta a madres o padres de familia.
Pero eso no es todo, porque además de que eso es lo que menos le interesa al flamante, comprensivo y “recto” auditor superior del estado, parece que es el único que no sabe que tiene un grupo de abogados —obviamente no a su nombre— para orientar a los presidentes municipales respecto a las diferentes formas de “hacer bien las cosas” para que no sean descubiertos los desvíos de recursos en los municipios, o bien las “cosas malillas” para que no puedan ser llamados a cuentas por la justicia. Con esto se comprueba que en este caso no se combate el saqueo, robo o desvío de recursos, sino que solamente se afinan y mejoran las formas para que nadie se dé cuenta de que hay hasta un posible contubernio entre actividades delictivas con recursos del pueblo y este tipo de funcionarios, que, según dicen, deben ser investigados muy, pero muy a fondo antes de que se enfermen y renuncien por motivos personales.
Y si pensaban que eso es todo, en realidad no, porque, al igual que este personaje —que, como ya se dijo, tiene más aspiraciones políticas porque se ha dado cuenta y sabe cómo hacer “bien” las cosas, al menos en su beneficio—, hay varios más de esta calaña que deben ser llevados a cuentas, sancionados de forma ejemplar y, además de ser inhabilitados, que reparen los daños, se les decomise todo lo robado y, además, sean llevados a la cárcel, en una donde quien cierre la puerta pierda la llave, para que no salgan a hacer más daño no solamente al erario, sino a la población.










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