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"Dios los hace y ellos... pues son ellos

  • Foto del escritor: Eder Angeles Hernández
    Eder Angeles Hernández
  • hace 5 días
  • 3 Min. de lectura

Hay nombres que, cuando se pronuncian en Hidalgo, provocan la misma sensación que realiza una vieja puerta al abrirla en plena madrugada: sabes que algo va a crujir. Algo incómodo. Algo que quizá preferirías no ver. Y sin embargo, ahí estás, mirando. Por eso, cuando se menciona a Damián Sosa Castelán (líder del PT, hermano de Gerardo Sosa y heredero de una tradición política que huele más a archivo añejo que a nuevas ideas) uno no puede evitar esa mezcla entre curiosidad morbosa y sospecha necesaria. Es el tipo de personaje que sabes en algún momento da para hablar más mal que bien de él, o solamente para confirmar que lo evidente es más real de lo que parece.


Lo interesante de Damián no es lo que dice, sino lo que mueve, lo que acomoda, lo que gestiona… especialmente cuando en Hidalgo se reciben a personajes nacionales con currículum no precisamente terso. Adán Augusto López, por ejemplo, no vino a saludar por cortesía. Su visita (esa que Damián operó con puntualidad quirúrgica) se sintió más como un reencuentro entre viejos conocidos que como agenda institucional. Y fue justo cuando coincidió con la reapertura pública de su hermano Gerardo, después de haber enfrentado acusaciones por lavado de dinero y delincuencia organizada, que la foto empezó a tener más sombras que luces. No faltó quien dijera que aquello parecía todo, menos un acto político y más un “aquí estamos, seguimos vivos y seguimos influyendo”


Luego vino el espectáculo Fernández Noroña, ese eterno agitador que se mueve con su labia incendiaria y la mística izquierdosa de café de facultad. Su presencia, también gestionada por Damián, parecía una obra de teatro montada con prisa: mucho ruido, mucha consigna, mucho reflector… y un fondo tan frágil que cualquier periodista serio lo habría atravesado con una sola pregunta incómoda. Pero claro: cuando conviene, la solemnidad se finge; cuando molesta, se grita y vaya que se notó.


Todo esto sería solo una anécdota pintoresca si no arrastrara consigo una herencia incómoda. Ahí está el recuerdo del pasado porril, de las viejas prácticas universitarias que fueron documentadas sin maquillaje en La Sosa Nostra, ese libro que dejó claro que la Universidad no siempre fue templo del conocimiento, sino plataforma de poder, favores, presiones y silencios. Nada que sorprenda, pero todo que incomoda.


Y mientras tanto, Damián insiste en presentarse como renovación, como alternativa, como la cara fresca del PT hidalguense. Fresca… si por fresca entendemos que huele menos a pasado que a un intento de reciclaje político. Porque la trama no cambia: visitas estratégicas, amistades rentables, apellidos que pesan más que las propuestas. La historia se repite, y los protagonistas ni siquiera se esfuerzan en disimular el guión.


Lo realmente inquietante es que, mientras estos personajes resurgen, reaparecen, forjan alianzas y repiten discursos, la bandita ya parece resignarse. Como si la política local fuera una serie vieja en la que ya sabemos quién traiciona, quién regresa, quién llora y quién vuelve a sonreír como si nada. Pero la bandita se continúa preguntando: ¿hasta cuándo vamos a tolerar que la misma élite de siempre juegue con el estado como si fuera su feudo? ¿Hasta cuándo vamos a normalizar que el poder se herede como si fuera negocio familiar?

Porque, seamos honestos: a estas alturas ya ni siquiera sorprende que los mismos nombres aparecen donde hay foco, presupuesto o cálculo electoral. Lo que sí sorprende y más preocupa, es que todavía haya quien intente venderlos como “nueva política”.


Y aquí viene lo más duro: Hidalgo no necesita caras nuevas con prácticas viejas. No necesita reciclaje. No necesita “remakes” lo que realmente necesita son rupturas. Y definitivamente se necesita la verdad y la dignidad política. Pero mientras personajes como Damián y compañía sigan encontrando plataformas, aliados y reflectores, el mensaje es desolador, señores ya lo vimos en MC grupo universidad solo los llevo al fracaso.


En este estado, Dios los hace y ellos… pues siguen siendo ellos. Y el problema no es que existan, el problema es que todavía hay perrada que les cree, ya sea por conveniencia o por temor a perder su trabajo, pero siempre encuentran cabida, podríamos decir que para un roto siempre habrá un descosido.

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