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"La enajenación de la información"

  • Foto del escritor: Eder Angeles Hernández
    Eder Angeles Hernández
  • hace 2 horas
  • 3 Min. de lectura

En mi columna pasada, La Viggianes no tiene pies… Escribí que: “cuando un político habla fuera de tiempo, los medios acomodan las palabras para que parezca que dijo algo más profundo de lo que realmente expresó”. Y vaya que esta semana los pseudomedios que ni “chayoteros” son, se tomaron esa línea como si fuera el guion oficial de su “reality show”.


Lo que realmente están haciendo con las declaraciones de la senadora Carolina Viggiano no es periodismo: es un concurso de a ver quién distorsiona más, quién le mete más espuma al batido, quién logra que la bandita se crea que el simple “lo dijo aquí” es sinónimo de exclusividad. Y peor aún, se citan entre ellos como si fueran oráculos: uno publica un rumor, otro lo retoma, el tercero cita al segundo diciendo que confirma al primero, y al final todos terminan convencidos de que la verdad existe porque la repitieron muchas veces, no porque la investigaron y esto es sumamente preocupante.


¿Desde cuándo reproducir entrevistas “supuestamente exclusivas” se volvió suficiente para construir narrativas completas? ¿En qué momento el oficio se volvió un concurso de ver quién sube el “reel” o quién descubre la frase más incendiaria? Porque para algunos, lo importante ya no es investigar, sino subirse al tren del “hype”, ese mismo donde la chaviza dice que “hay que subirse mientras está caliente”. Y ahí van todos, como burro sin mecate.


El periodismo nunca fue (ni debería ser) un acto de replicar. Se tiene que investigar, se contrasta, se duda, se verifica. Se huele la mentira, se revisa lo que se dice y lo que no se dijo. Pero ahora tenemos medios que creen que la verdad es “lo que dijo fulano en un podcast”, aunque ni hayan revisado si la edición del video está cortada, si el contexto está manipulado o más bien si las preguntas fueron sembradas, cosa que no dudaría. No basta con poner el micrófono: hay que encender el cerebro ¡por favor!


Anabel Hernández, una de las periodistas más rigurosas del país, lo ha dicho una y otra vez: “el trabajo periodístico no puede basarse en testimonios aislados; cada dato debe estar respaldado por documentos, pruebas y verificación independiente”. Y hay quienes escuchan esa frase como si nos la dijera en chino-japonés. La profundidad no está de moda y el argumento tampoco. Lo que vende es la frase corta, la polémica fácil y la nota que se hace viral antes de que la perrada entienda lo que se dice en el primer párrafo.


La enajenación de la información ocurre cuando la audiencia (esa a la que nos debemos y nos dirigimos) deja de cuestionar y los medios dejan de pensar. Cuando la nota se construye desde el escritorio y no desde la investigación. Cuando se cree que reproducir lo que otro replicó es hacer noticia. Y así, entre dimes, diretes y malabares digitales, la conversación pública termina reducida a un teléfono descompuesto donde nadie entiende nada, pero todos opinan como si supieran de lo que están hablando, el chiste es llegar y comentar lo más “acertivo”, según.


Ser objetivos no significa tomar lo primero que aparece en pantalla y envolverlo en un titular. La objetividad real exige ir más allá del “aquí lo dijo, aquí lo tenemos”. Implica preguntar qué hay detrás, quién lo edita, quién lo financia, quién se beneficia de que ese discurso circule. Y esa parte (la parte dura, incómoda y verdaderamente periodística) casi o más bien ya nadie la quiere hacer, tristemente.


Mientras tanto, seguimos viendo cómo el ruido le gana al rigor y cómo la desinformación se viste de contenido viral. Y ahí, mis apreciables lectores, está la clave: no es que falte información, es que abunda basura disfrazada de noticia seria. Y si dejamos que eso avance sin cuestionarlo, mañana sino es que ya nos estamos informando por memes y dándole crédito a cuentas anónimas que se citan entre sí como si fueran el New York Times.


El reto no es evitar que los medios hablen. Es exigir que investiguen. Porque sin investigación, lo que queda no es periodismo… es entretenimiento barato vestido de noticia.

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